
Kosovo es uno de esos demasiados destinos europeos que tienen la fama de ser un culto al crimen, la Meca de la inseguridad y la pobreza. Y, si bien, Kosovo ha atravesado una historia reciente más que turbulenta, hoy encontramos una nación próspera, orgullosa y pacífica, algo que se respira allá donde vayas.
Cuando, por un motivo u otro, alguien me preguntaba a dónde iba el puente de febrero de 2024, si respondía "Macedonia", me miraban raro; pero si respondía "Kosovo" era como si estuviese loco.
Un país que se independizó en 2008 y cuya soberanía está reconocida por la mitad de las naciones del mundo entre las cuales no está España nunca es algo que atraiga a muchos viajeros... en la teoría.
En realidad, Kosovo es una perla oculta y escondida del turismo de masas con mucho que ofrecer. Yo tuve la oportunidad de visitar el país más joven de Europa (que tiene mi edad) haciendo una excursión de un día desde Skopje, Macedonia del Norte. Pasé una mañana en la carismática ciudad de Pristina, la capital, para dirigirme a pasar la tarde en la ciudad de Prizren, una de las más bonitas de todos los Balcanes. Te invito a leer también mi artículo de Prizren, al que puedes acceder
aquí.
Entrando a Pristina, pasamos por delante del bulevar Bill Clinton
Pero, para poder entender bien cómo es Kosovo, necesitamos gozar de unas bases contextuales históricas previas:
La situación de Kosovo
Kosovo, una región en los Balcanes, ha sido históricamente un lugar de convivencia entre albaneses y serbios. Sin embargo, las tensiones entre ambas comunidades aumentaron a lo largo del siglo XX.
El conflicto estalló en 1998 entre las fuerzas serbias y el Ejército de Liberación de Kosovo (KLA), un grupo guerrillero que luchaba por la independencia de Kosovo, predominantemente albanés. La situación se deterioró rápidamente, llevando a una intervención de la OTAN en 1999. La OTAN lanzó una campaña de bombardeos contra Serbia para detener la represión de las fuerzas serbias en Kosovo y proteger a la población civil.
Después de los bombardeos de la OTAN, Kosovo fue administrado por Naciones Unidas, mientras se buscaba una solución política a largo plazo. Durante este periodo, el país reconstruyó su infraestructura y comenzó a establecer instituciones autónomas.
En febrero de 2008, Kosovo declaró unilateralmente su independencia de Serbia. Esta declaración no fue reconocida por Serbia, que considerará al país una provincia autónoma bajo su soberanía. La independencia de Kosovo ha sido aceptada por más de 100 países, incluyendo Estados Unidos y la mayoría de los miembros de la Unión Europea, pero otros países, incluyendo Rusia y España, no la reconocen.
Desde la declaración de independencia, Kosovo ha trabajado para ser reconocido internacionalmente y ha buscado integrarse en organizaciones internacionales. Serbia, por su parte, ha mantenido su posición de no reconocer la independencia de Kosovo, aunque ambos países han participado en diálogos mediado por la Unión Europea para normalizar sus relaciones.
En la actualidad, la situación sigue siendo tensa pero estable, y Kosovo es un país muy tranquilo que da la bienvenida al turismo con los brazos abiertos.
-Entonces, ¿qué tan seguro es viajar a Kosovo?
-Mucho. No es más inseguro que cualquier ciudad europea y española. A veces, la mala fama histórica de algunos lugares no hace justicia a su situación actual, y es que pude ver en Kosovo un país al alza en todos los sentidos.
Hay quien dice que la capital de Kosovo es la más fea de todo el continente, y puedo entender el porqué. Sin embargo, yo me hallé en una urbe vibrante, a la par que muy tranquila. La capital no tiene demasiados atractivos turísticos, pero ofrece una visión muy curiosa y auténtica de lo que es una gran ciudad balcánica, y es que Pristina crece día a día a un ritmo desenfrenado, absorbiendo los pueblos de los alrededores y dando pie a una gran capital, a la que merece la pena dedicar unas pocas horas.
¿Qué hacer en Pristina en unas horas?
Antes de nada, hemos de ser objetivos, y hay que recordar que es una ciudad con poco jugo que exprimir, mas que tan solo para experimentar cómo es estar en esta jungla de hormigón. Esto no quita que, si bien un día entero ya resulta excesivo, en unas cuatro o cinco horas se puede obtener una perspectiva de Pristina relativamente completa.
Llegamos a Pristina por carretera, y nuestro conductor nos dejó en el casco antiguo, que es, en realidad, inexistente.
Lo único que se conserva de Pristina que podemos calificar de "antiguo" son un par de mezquitas medievales y arquitectura previa a la etapa comunista.
La torre del reloj, uno de los pocos rescollos de Pristina anteriores a 1940.
Es innegable, eso sí, que el encanto de Pristina reside en lo que al turista no le suele entra por los ojos: en su arquitectura más brutalista, que contrasta con su omnipresente decadencia. Para mí, la palabra decadencia no tiene por qué acarrear connotaciones negativas, sino que, simplemente, puede referenciar una cuestión estética, idiosincrásica o cultural.
Es un hecho que Pristina es una de las ciudades que nunca serán fotogénicas, pero que sí esconden un tesoro especial que sólo se podrá descubrir visitándolas.
Edificio del Teatro Nacional, uno de los ejemplos de la "decadencia" que hace de Pristina un lugar tan curioso.
A lo largo y ancho de todo el país, uno puede encontrar referencias a Albania en cada esquina. Esto se debe a la diáspora albanesa, que ha resultado en que un 90% de la población kosovar provenga de allí, en lo que deriva en el conflicto con Serbia.
Bandera albanesa con tres personalidades asociadas en un póster de un edificio, situado en la plaza Skanderbeg. También, se observa uno de los muchos perros callejeros que deambulan por las calles, no sólo de Pristina, sino de todo Kosovo, Macedonia, Turquía y los Balcanes Orientales.
La plaza Skanderbeg está dedicada al héroe nacional albanés, liberador de su pueblo.
El bulevar de la Madre Teresa de Calcuta
Kosovo, en contraposición a su némesis política Serbia, ha mostrado su apoyo incondicional a Ucrania.
Por muy extraño que pueda parecer visto lo visto, la ciudad tiene un monumento que incluyo entre los 100 puntos de Europa que me gustaría visitar alguna vez en mi vida. Ese es el monumento Newborn.
Conmemorando su independencia, este letrero gigante es cubierto y pintado completamente cada año con un diseño distinto, convirtiéndose en todo un atractivo para la población local. Cuando descubrí este monumento, estaba pintado con las banderas de todos los países que reconocen la independencia de Kosovo.
El monumento Newborn en 2024, situado frente al memorial del militar Adem Jashari y el estadio nacional de fútbol.
Pristina es una de las ciudades más tranquilas que he visitado. Se respira una calma comparable a pocos centros urbanos en Europa.
El que es, objetivamente, el mayor atractivo turístico es la Iglesia de Santa Teresa, la más grande de todas las católicas de la región.
La iglesia, cuya segunda torre todavía sigue en construcción.
La torre es, precisamente, su mayor atractivo, ya que ofrece unas vistas panorámicas absolutamente espectaculares, que permiten hacerse una idea del frenético crecimiento de esta gran capital.
Fantásticas vistas de la Biblioteca Nacional desde la que es el mayor atractivo turístico de Pristina. Eso sí, ¡hace un viento...!
El evidente desarrollo financiero de Pristina
Sin embargo, el sitio de Pristina que ha acaparado más titulares y miradas es la Biblioteca Nacional, y no por el mejor de los motivos, ya que ha sido galardonado como el edificio más feo de todo el mundo. A mí parecer, no es feo, sino muy original. Con sus noventa y una cúpulas y su cobertura ferrosa y metálica, domina la esplanada verde perteneciente al campus de la universidad. Muy próxima a ella, se encuentra una iglesia ortodoxa serbia derruida, ya que su construcción fue abandonada. Permanece así desde hace muchos años, y el gobierno kosovar desea derribarla, pero el serbio lo califica de sacrilegio.
El edificio ¿más feo del mundo?
Aquí concluyen mis dos horas bien exprimidas en la capital kosovar. Mentiría si dijese que volvería mañana sin dudarlo, pero también mentiría si no dejara perfectamente claro que es una ciudad segura y apacible, en la que reside una calma muy agradable que no te va a dejar con mal sabor de boca.
Una parada muy apetecible que se encuentra a tan solo quince minutos de Pristina es el monasterio ortodoxo de Gracanica, el primero con su estilo arquitectónico, que inspiró la famosa iglesia de San Marcos de Belgrado y a muchas otras. Los frescos de su interior son absolutamente espectaculares.
Monasterio de Gracanica
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